El cambio climático ha comenzado a dejar una huella profunda en el corazón azucarero de México: Veracruz. El estado, tradicionalmente uno de los mayores productores de caña de azúcar del país, está viendo cómo la crisis climática transforma un panorama que durante décadas fue sinónimo de productividad y riqueza agrícola.

Uno de los principales efectos ha sido la disminución en las lluvias regulares y el aumento sostenido de las temperaturas. Estas condiciones han provocado una baja significativa en los niveles de humedad del suelo, afectando directamente la fase de crecimiento de la caña. En regiones como Córdoba, La Cuenca del Papaloapan y el sur del estado, algunos ingenios reportan una caída de hasta el 30% en la producción por hectárea en los últimos cinco años.

A este panorama se suma el incremento en los costos de producción. La necesidad de implementar sistemas de riego, en zonas donde antes las lluvias bastaban, ha disparado los gastos operativos. Además, el uso de fertilizantes y pesticidas también se ha intensificado para contrarrestar los efectos del estrés hídrico en la planta.

Los ingenios azucareros, motor económico de decenas de municipios veracruzanos, están teniendo que replantear sus estrategias de cultivo y procesamiento. Mientras algunos buscan apoyo en la investigación de variedades más resistentes, otros comienzan a apostar por tecnologías de monitoreo climático y uso eficiente del agua. Aun así, la incertidumbre persiste: si el clima no da tregua, el futuro del “oro dulce” en Veracruz podría estar en riesgo.